22 de febrero de 2017

Plumofobia, racismo y discriminación en las apps de ligue gay

Publicado en Vice.com el 13 de febrero de 2017.


Cuando uno piensa en una minoría históricamente oprimida, como lo es el colectivo LGTB, no piensa en esa minoría como opresora de otras minorías. Pero olvidémonos de las siglas LGTB y centrémonos en la G. Los gays se han comido esas siglas para adaptarlas a sus intereses. Los gays triunfan. Los gays son masivamente aceptados, dirigen multinacionales, tienen grandes ingresos, éxito. Los gays ya no se avergüenzan de ser gays. ¡Ah! Perdón, me refiero a los gays blancos, a menudo guapos, que han adoptado una actitud heteronormativa y que viven en países ricos. Los gays de anuncio. Esos gays.

Y, ¿qué pasa entonces? Que el privilegio se ha comido también a la lucha, la diversidad, la inclusión. Los gays a los que me refiero cada vez son más fascistas, y lugares donde esos gays pueden dar rienda suelta a sus prejuicios disfrazados de preferencia sexual son las apps de ligue: esos lugares donde, escondidos en el anonimato y con una fácil salida si la cosa se pone turbia, la tiranía del mascxmasc o del whiteforwhite o del gymxgym campa a sus anchas, haciendo sentir mal a quien es diferente, oprimiendo a quien no encaja con este férreo estereotipo. Y es que hoy en día hay gays que nunca han defendido sus derechos como gays, que no se sienten representados por otras personas del colectivo LGTB, que nunca han querido defender la diferencia. Y una cosa está clara, que la tolerancia y la lucha no te viene dada en el momento en que eres hombre y decides que te gusta más comer pollas que coños. La tolerancia se demuestra con actos cívicos, actos que brillan por su ausencia en apps como Scruff, Grindr o Gayromeo

Si eres negro: más te vale ser pollón, activo, bruto y dominante. Y no tener corazón

Hablé con Ladis, que es madrileño, negro y lleva 20 años siendo abiertamente gay. Hablamos de cómo vive su situación siendo negro en el mundo gay, tanto dentro como fuera de las apps de ligue.

Me contó que él salió del armario para expresar su identidad diferente, y se lamenta de haberse encontrado con este amasijo de prejuicios. Para él, esto es una oportunidad perdida por los gays, que hemos dejado pasar la oportunidad de plantarle cara al sistema binario y al heteropatriarcado, así como a los prejuicios hacia otras minorías. Y no lo hemos hecho.

También me dijo que si eres negro y estás online en una app de ligue, se da por sentado que buscas sexo, que eres pollón, que eres activo y que no tienes corazón. Los chicos negros no son chicos para presentarle a tu familia. Un chico negro es siempre el tercero para un trío, el objeto sexual por excelencia. Un negro es un follador sin sentimientos, sexualizado y racializado por los demás. Otra cosa que está clara si no eres blanco es que no eres español. Es la primera pregunta siempre, sólo precedida —si acaso— por “cuánto te mide”. Uno de los momentos incómodos que me cuenta, que ahora se toma a risa, fue cuando quedó con un chico a través de una app y que, al rato de estar hablando con él, le soltó la frase: “Cuando te vi en foto me pareciste de todo menos tan intelectual”. Además, y esto pasa mucho, esto lo toman como un cumplido. Y tú tienes que hacer como si no pasara nada. 

En países anglosajones, incluso se han creado eufemismos envenenados como “no chocolate” o “no rice” para referirse a que no 
quieren hablar con negros o asiáticos, como recogen estas capturas de pantalla publicadas en douchebagsofgrindr.com.

Sudamericano tenías que ser, y chapero

Que los españoles tenemos horribles estereotipos como norma general hacia los sudamericanos no es nuevo, y esto también se refleja en las apps de ligue gay. Cristian, que es de Europa del Este pero lleva viviendo en España casi toda su vida, es a menudo confundido en esta app por latinoamericano. Y en varias ocasiones, ante una respuesta negativa suya, ha recibido como respuesta el clásico “sudaca de mierda tenías que ser”, “vete a tu país” o “tampoco eres para tanto”. En otra ocasión llegó a recibir amenazas del tipo de “como te pille por la calle te vas a cagar, maricón de mierda.” Todo esto pasa en una ciudad como Talavera de la Reina, donde realmente te puedes encontrar a esta gente fácilmente por la calle. Gente que te ha amenazado en base sólo a una negativa tuya, unida a todos sus prejuicios y sentimiento de superioridad.

Por otra parte, otra cosa que me cuentan varios usuarios que no son españoles (ya sean también del Este, negros o latinos) es que tienen que contestar a menudo a la pregunta de si son “chaperos” (término coloquial despectivo para referirse a hombres que se prostituyen con otros hombres). Y, como hemos visto, sólo la sospecha de que lo seas, contestes lo que contestes, ya parece dar 
derecho a que saquen contra ti la artillería pesada discriminatoria. Sobre todo si te atreves a rechazar a estos usuarios. 

Gordofobia. Eso sí, después de correrse

Lo de la gordofobia es un clásico en el mundo, en general. Pero nunca he escuchado a amigas o amigos heteros a los que, después de follar, les hayan llamado gordos. Hablé con Abel, que tiene 30 años, mide 175 y pesa en torno a 85 kilos. Me contaba que ha tenido momentos en los que ha llegado a 90 y otros en los que ha pesado unos 75, pero que nunca ha tenido problemas para ligar. Está contento con su físico, que acepta tal y como es. Abel se siente sexy, pero a menudo ha tenido episodios que podrían haberle hecho perder su autoestima.

Como la vez que un chico en una app, en Berlín, quería quedar con él, parecía muy interesado, de hecho estaba tan interesado que se puso un poco pesado, cosa que hizo que Abel decidiera echarse atrás. Al decirle que no quería quedar con él, el chico le contestó insultándole, diciéndole que “no pasa nada, que él tampoco quería quedar. Que Abel estaba gordo, tenía un barrigón y no era para tanto.” 

Y parece que este cambio repentino de parecer afecta mucho a estos señores que ligan con chicos que no están delgados por la web. Me cuenta que ni siquiera recuerda las veces que perfectos desconocidos con los que ha echado un polvo casual, eso sí después de correrse, le han dicho cosas como “en las fotos que me has mandado no estabas tan gordo”, o “¿no vas al gimnasio? Deberías, es por salud”, o un insulto clásico, de nuevo disfrazado de piropo, como “con lo guapo que eres, si perdieras unos kilos serías irresistible.” Me contó que uno de ellos, de hecho, tuvo que parar varias veces durante el polvo porque si no, se iba a correr. Es decir, lo que nos pone cachondos, después de corrernos, lo cuestionamos. Lo juzgamos. ¿Y si Abel, simplemente, quiere pesar eso? ¿Y si no le importan en absoluto tus comentarios? ¿Y si, simplemente, no quiere ser como tú?


El peligroso eufemismo: ¿estás limpio? para referirse a personas seronegativas

Limpio, en estas apps, se utiliza para designar a personas no portadoras del VIH. Es decir, que si tienes VIH, por consiguiente, estás sucio. Tu sangre está sucia. De nuevo, eres una persona de categoría inferior. 

Ya hace años que muchas de estas apps habían incluido en un apartado del perfil principal la sección “status” o “estado del VIH”, pero no ha sido hasta hace menos de un año, cuando Grindr, la app gay de ligue por excelencia, se lanzó a añadir esta casilla, que fue desde el principio muy controvertida. Exponer públicamente un dato que corresponde a tu intimidad y que otros usuarios puedan filtrarte según ese dato no hace sino aumentar el estigma de las personas que viven con VIH, obligándolas o bien a exponer su condición o a abstenerse de rellenar esta casilla. Y claro, ¿qué pensará un usuario que visita a otro que tiene esta casilla en blanco? ¿Que no quiere contestarla porque su estado serológico es algo que pertenece a su intimidad? ¿O que, como bien dice el refranero español, el que calla otorga? 

Plumofobia, o lo que es lo mismo, misoginia

¿Se os ha ocurrido alguna vez pensar que los gays puedan ser misóginos? Si conocéis a gays   como los que estoy retratando en este artículo, seguramente sabréis que una gran mayoría  de ellos, además, odia a las mujeres. Hay lugares en los que, directamente, se te prohíbe la entrada por ser mujer. Y no me refiero a locales de sexo, donde la restricción de género podría resultar más o menos comprensible. Me refiero a discotecas, lugares de baile donde los empresarios gays que las han ideado piensan que su clientela no quiere ser “molestada” por mujeres. Son innumerables las veces que he oído a hombres gays decir “(el local) estaba lleno de chochos, qué asco” o poner cara de asco si se habla del sexo femenino. Incluso criticarte e insultarte si eres mujer en un bar de hombres. Es decir, algunos gays tienen un odio a las mujeres muy parecido al de los hombres heterosexuales más machistas. Y, además, consideran que no las necesitan en absoluto, lo cual hace este odio muy peligroso. 

Por eso es que este tipo de gays va un paso más allá. Alejados de lo femenino tanto como sea posible, han sido capaces de trasladar el machismo a su terreno, discriminando a otros hombres gays por ser femeninos. Estos gays mascxmasc quieren quitarse de en medio a hombres que tienen un comportamiento que se asocia con el femenino. He leído hasta la saciedad y en todos los idiomas lo de “no pluma” o “sólo tíos masculinos”. Y esta “plumofobia”, probablemente la fobia más arraigada dentro de las apps de ligue, no es más que una traducción del machismo.

Existe un insulto asociado también a este machismo, que es “pasiva” o “pasivaza”. No he escuchado nunca el término “activa” así en femenino. De nuevo, quien encarna el rol relacionado con lo femenino, es impunemente insultado. Es un gay de menor nivel. 

Marc, un amigo de Barcelona, me mandó una captura de pantalla de un perfil al que realmente te entran ganas de contestar con varias escopetas cargadas, que no sólo señalaba que “si alguien alguna vez te ha notado que eres gay, no me vas a gustar” o que “si no asumes tu pluma, te vayas a un psicólogo.” Esto, para mí, es lo más peligroso de todo: homosexuales que buscan a homosexuales con actitudes heteronormativas o bien a heterosexuales con los que follar. Cualquier signo de feminidad es impunemente despreciado.




Y esto le pasó a otro amigo de Barcelona, Joseba, que contraatacó con esta respuesta de aplauso cuando le dijeron que el hecho de que tuviera pluma había provocado una crisis entre ellos. Pero de buen rollo, claro. Con emojis, para quitarle hierro al asunto.

Homofobia dentro del mundo gay, también en la vida real

Con respecto a la plumofobia, que en el fondo no es otra cosa que homofobia dentro del mundo gay, quiero compartir una historia personal que ya no sucede en las redes, sino fuera de ellas. Hace relativamente poco me contrataron para hacer unos vídeos en una fiesta en Barcelona. Es una fiesta donde van “tíos machos” a escuchar “buena música, electrónica y techno”. Pongo muchas comillas porque todo es muy entrecomillable en esta fiesta. A mí no me gusta hacer vídeos por la noche, pero a pesar de mis dudas, y porque el dinero no me venía mal, fui a hacerlo. Era la primera vez que iba a esta fiesta y básicamente se trataba de un grupo muy grande de gays masculinos viendo un espectáculo erótico en el que otros gays masculinos, medio desnudos, se besaban y tocaban. Grabé tanto el espectáculo como los asistentes, me fui y edité el video al día siguiente. En este primer vídeo, seleccioné de entre el público de la fiesta, además del target principal mascxmasc, a dos chicos negros que tenían pluma. Y que parecían sacados del club más guay de NYC. Cuando mandé el vídeo, el jefe de la fiesta me dijo “me ha gustado mucho, pero has sacado a dos mariconas a las que mataría.” Y a pesar de esto, fui a hacer un segundo vídeo, porque a veces uno hace cosas que no debería. Esta segunda vez había dos personas en la pista que llevaban ropa ambigua y el pelo largo. Se me acercaron y me pidieron una foto, porque pensaron que era fotógrafo. Yo les dije que no, que estaba haciendo un vídeo, que si querían les grababa. Y eso hice. Ya sabía que este tipo de personas —quizá de género fluído, quizá transgénero, no les pregunté— no iba a entrar en el montaje final por decisión inamovible de la dirección de la fiesta, pero quién sabe si podría usar esas imágenes para otra cosa. Y, lo más importante, ¿por qué iba a negarles un momento de fama y negarme a mí la oportunidad de tenerles bailando para mí?
El destino quiso que el jefe de la fiesta, en ese preciso instante, estuviera a un metro de mí. Me gritó desde donde estaba que “no grabara a mariconas”. En una fiesta donde el reclamo principal es el “sexo” (de nuevo entre comillas) en vivo entre hombres, donde más de la mitad del vídeo que grabé son hombres besándose apasionadamente con otros hombres, las mariconas son las personas que llevan el pelo largo y ropa de mujer. A menudo pienso que en ese momento debí haber cogido mi cámara y haberme ido, pero terminé de grabar el vídeo y luego lo monté y lo envié. Sin personas diversas, retratando sólo al gay normativo, rapado, con barba que me habían pedido. Siendo infiel a mis ideales por dinero. Ya no he grabado ni grabaré más en esta fiesta, y en el fondo lo único positivo que he sacado de esto, además de los euros, es darme cuenta de que no quiero que mi trabajo alimente este estereotipo, y que cuanto más lejos de esa fiesta esté, tanto como videógrafo como usuario, mejor. Yo no voy a ser un agente más que resalte que la hombría o la masculinidad está sólo relacionada con cuánto te pareces a un tío hetero. 


Y es que lo peor de todo este comportamiento es que la línea que separa nuestro yo virtual de nuestro yo de carne y hueso es, simplemente, inexistente. No es un alter ego, somos nosotros mismos quienes disfrazamos de “no me pone esto, no lo quiero” unos prejuicios tan grandes hacia personas que son diferentes y quienes consideramos lícito rechazar de una manera nazi y por sistema a personas que se salen de nuestra norma, que no encajan con nuestros ideales. Como me contaba Ladis, cuando él sale a un bar y está rodeado de personas, sabe que entre esas personas están las que le rechazan por ser negro, o las que le preguntan que cuánto le mide nada más entrarle por una app, así como las que piensan que se prostituye. Sólo me queda preguntarme, después de haber investigado esta realidad, cuánto tiempo falta hasta que considere normal este tipo de actitud también fuera de la red. Cuánto queda para que nos convirtamos en las personas tan indeseables que somos cuando estamos protegidos por un velo virtual de anónimato, que nos hace pensar que somos mejores que todos los demás.




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